Las veces que he pensado en ir a por ti.
Las mismas que has soñado que despertabas a mi lado.
Pero algo nubla mis sentidos, ¿pueden ser los tuyos?
Puede ser la niebla, pero es el miedo.
Mi boca está sellada... mis ojos sordos, los dos.
¿Qué hacer si te tengo delante?
Lo de tus manos o mis manos es cuestión de trazos o abrazos.
Sostenerlas es obligación, acariciarlas... eso es otra canción,
eso es otra canción (de amor),
de las que gustan, de las de Quique o Carlos.
Y es que, aun sabiendo lo que importa,
los besos de reojo o las miradas con cara de ceder,
las sonrisas que quisieras evitar o el verde brillo reflejo en mi ser...
aun sabiendo los que importa, lo demás,
todo lo demás siempre ha sido un acierto...
otra canción es eso de... si tú me quieres o si yo te quisiera...
eso es otra canción de las que gustan,
de las de Andrés o Iván.
Y es que lo que importa son los aciertos, los buenos o los malos.
Acabas colocando a cada lado de la raya,
las canciones buenas o las malas,
y los aciertos bajo la almohada.
Luego, tú sonríes justo antes de soñarme...
y son las mañanas en las que justo después de levantarte,
vuelves a hacerlo, como cada noche,
sin llegar a aclarar tu disyuntiva para amar.
Siempre estoy aquí, al lado de donde duele.
A veces, delante de ti esperando que seas tú la que grite...
la que dibuje sus sueños en mi espalda
y, tras los polvos mágicos, se hagan realidad.
En serio, estoy aquí. Esperando tu salto mortal,
o no.
o no.