miércoles, abril 28, 2010

un 4 y dos 5

No cabe duda que de todas las herramientas del nuevo Microsoft Word, la de Ancho de página en la pestaña Vista era y será la mejor opción para empezar y acabar con final inesperado la novela que tengo en mente.

Últimamente, de unos quince años acá, la mayoría de mis éxitos literarios han rondado las trescientas y “picopelopata” de palabras, la mayoría aceptadas por el DRAE, algunas malsonantes y otras inventadas. Los mejores los dedicados con la mitad de trescientas, muchos picos, dos patas y nada, nada de pelo. De unos quince segundos acá, he pensado en juntar todos esos textos y quizá, y digo quizás, me llegue para una novela de segunda, una donde aparezca bien grande y socorrida mi foto en portada (y en el interior, pero más pequeña, claro). Puede darme para algunas invitaciones Vips y para algunas acreditaciones. Estancias en hoteles, reencuentros con amores de nivel 2, chic y presentadoras de TV. Firmaría algunos ejemplares, tengo muchas amantes y un par de amigos conocidos [por todas (mis amantes)]. Me daría para “vivir del cuento”, nunca mejor dicho. Hacer como en las pelís americanas, en esas librerías nada “cool” junto a ropa y discos de segunda mano, tropezar conscientemente con la chica que observa la foto del interior: “Sí, bueno… soy yo, bueno sí, era… mucho más joven”.

Actualmente, no sobrepaso el centenar. Éste ya se me está haciendo demasiado largo, y acabo de empezar. No me preocupa demasiado. Tengo cosas que hacer en cuarenta y cinco minutos, y tendré que dejarlo (a medias). Cuarenta y cuatro. Ya he llegado a ciento ochenta y ocho en total, ahora ciento noventa y tres. Treinta y nueve minutos.

Ahora entiendo lo que es vivir en soledad (perseguida. Sí, por favor. Oh my God!). La buhardilla es demasiado coqueta para disfrutarla a solas. Al llegar a casa después de hacer los “mandados”, parece que se me cae el techo encima. Esto es literal y en el otro sentido también lo es. Parece, del verbo parecer. De todos modos, es lo que te digo. Entre lavadoras y tendederos, entre camas y encimeras, entre muebles y suelos… tenlo todo recogido por si hay visitas, y abrígate si sales a la calle. "Mamá estamos en abril". Tenlo todo así, y entre unas cosas y otras, escribe algo donde no hables de amor, corazón, playa, verde y mariposas. Y es que es así. Me gusta cocinar y escribir, pero pasados los cuarenta y cinco minutos, prefiero un práctico chino, un cuchillo afilado y un buen abridor (así me lo vendieron: “El interior de una botella puede llegar a ser muy tentador pero sin el sacacorchos adecuado no podemos disfrutar de ese placer.”) que seguir con un texto de cuatrocientas cincuenta y cinco palabras que no dicen nada.

sábado, abril 10, 2010

Perdido


Me despierto con la claridad de un sol que se deja entrever siempre que las nubes le dan tregua. Ya siempre me olvido de bajar la persiana. Reliado con tu sudadera, la última que llevabas, la de estar por casa... no hace falta que te diga para que duermo con ella. Cuento los días que faltan, me imagino tu regreso... te añoro. Pinchazo en el interior.
No hay besos ni abrazos... no hay estimaciones temporales.

El baño está recogido. No estoy acostumbrado a verlo como lo dejé la noche anterior. No hay mensajes en el espejo. No hay cremas en el lavabo, ni pasta dentífrica que lo manche todo. La solución para tus lentillas sigue ahí, como tus horquillas y cintas del pelo. Todo sigue como siempre (desde que te fuiste). Odio que todo esté en su sitio.
En la cocina ya no hay Cola-cao espolvoreado por toda la encimera... ya no friego tus tazas...

Ando perdido sin ti... el piso se me hace demasiado grande. Me sobra cama, sofá, cocina, comida... me sobra sitio en la percha de la entrada... me sobra espacio... demasiado silencio... me sobra todo y me faltas tú... y esto es sólo el comienzo del día.