lunes, noviembre 08, 2010

bohémien

No soy yo. O quizá sí. No me reconozco en cualquiera de los casos. En los espejos parezco más bohemio, más pleno de dentro hacia fuera. Aunque lejos de ese bohemio francés de los años veinte, lejos del absenta como primer líquido estimulante y aborigen de mi peculiar estilo artístico, que deambula por calles, perdido en Montmartre… buscando la perspectiva adecuada, ataviado con instrumentos mágicos, para plasmarla sobre el lienzo olvidado. Lejos me encuentro no sólo por los miles de kilómetros. Hago el intento de bajar desde la que dicen es la ciudad del amor, como si dependiese de estéticas estructuras y bellas estampas. Bajo y hago una parada para visitar a Gaudí, para perderme por Barcelona y pisar el asfalto cosmopolita y progresista de sus avenidas cuidadosamente constituidas. Madrid es diferente. Paseo sin rumbo fijo por Malasaña y Lavapiés, me mezclo entre sus gentes, llenas de colores y culturas dispares. Me siento en Gran Vía a ver pasar los automóviles, a los ecologistas en bici y a colgarme de alguna homóloga bohemia del sur extraviada en el centro de su mapa. Huelva no es París, ni nada de lo anterior. Ser yo es más fácil que ser tú allí. Me diferencio del resto, lo noto, lo presiento. Nada tiene que ver que ahora la moda que no me incomoda se tiña de verdes y marrones otoñales, de pañuelos para el cuello estratégicamente colocados como ornamento más que como prenda que cuide mi cuello y mi salud. Hago descanso en mis actividades diarias, en mi rutina buscada, para leer. El pelo largo, cada vez más, desterró de una vez por todas al pegamento para estrellas de cine y el deporte. La barba de tres días es sólo un recuerdo de tiempos más calurosos, de paseos en velero por proa y amarres de cabos sueltos. De anuncio de polo americano. Una capa considerable de bello me cubre mi cara, mis cicatrices, y muestra celosa mis labios. Caracoleo con mis dedos si te pienso. Ya no veo la televisión, si acaso canales informativos y/o de naturaleza. Me embobo. Escucho siempre el mismo dial, el que me hace ser, siempre mientras conduzco, y conduzco mucho. Leo literatura donde tus problemas sociales y mis relaciones sexuales cobran sentido. Me intereso por la política, alejándome más si cabe de las desechadas ideas conservadoras, de las fiestas para tomar el té y del nuevo progresismo de derechas que es la izquierda que nos ha tocado vivir. Exento de las políticas europeas y de las que pregonan cruzando el charco, me siento huérfano político. Y todo esto sería polvo o pólvora, sino fuera por ella, y porque según Murger, la bohemia "no es posible sino en París".