viernes, marzo 28, 2008

Helen

"Supo que había sentido miedo cuando miró hacia atrás sin que ninguna causa lo justificara". Aunque no era muy tarde, andaba a paso ligero con la intención de llegar rápidamente a casa, encerrarse en su habitación y cubrirse con su nórdico como si fuese una especie de manto mágico que la protege.

Es curioso como la propia cama resulta para muchas personas una fiel aliada contra las fuerzas del mal, seres monstruosos, fantasmas, con o sin sábana, y otras criaturas fantásticas producto de nuestra particular imaginación.

Ese día, como los últimos de aquellas semanas, había sido especialmente largo y pesado. Se despertaba trastornada, nerviosa, perdida. Era consciente de que soñaba pero ninguna mañana recordaba que le había hecho agitarse tanto durante la noche. Se levantaba con pocas ganas de ir a trabajar. Apenas desayunaba, el apetito era algo que dejó de apetecer. Su humor variaba como su facilidad para cambiar de zapatos. A veces, se sentía pletórica, tacones altos de aguja. Pero la mayor parte de los días, su estado emocional era tan catastrófico que se expandía por la cama y por el suelo de su habitación, resultándole imposible llevarlo de nuevo consigo. Eran los días donde calzaba unas babuchas viejas con la cabeza de Mickey Mouse.

- "Lo quiero para mañana, lo quiero para mañana, lo quiero para mañana..." -estas palabras habían entrado por sus oídos y se habían repetido una y otra vez en su cabeza-

Tras unos segundos, el golpetazo sobre su mesa de varias carpetas de color verde la trajo otra vez al mal asiento de su incómoda silla de oficina. Helen había estado embelesada y ausente por un pequeño espacio de tiempo.

- "¡Eleeee...! ¿qué te pasa? Despierta ya. Son las 10:32h. ¡Querida! ... necesitas un espresso doble del Starbucks y, además, que te lo sirva ese camarero tan macizo con el que quedaste anoche".

- "¿Anoche?, ¿qué...?" -preguntó estupefacta-

- "¿cómo que qué? ... Ele lo tuyo es muy fuerte. Ha pasado el Sr. Rana -el apodo cariñoso del jefe- delante de ti, te ha preguntado el por qué de tu retraso y te has quedado... no sé tía... como en otro mundo. Tenías la mirada perdida. Luego se ha ido y te ha dejado los informes de comunicación de mañana. Ele, estás muy rara... necesitas un polvo ya".

- "Yo no quedé anoche con nadie. Te equivocas. Anoche ni siquiera salí de casa. Estuve viendo una película en versión original, aquella de Charles Chaplin que me aconsejaste. Llamé al restaurante chino de enfrente de tu casa y me trajeron un "menú especial para estudiantes", es más barato y puedes elegir entre pollo o ternera".


- "Tú flipas tía... si es una broma, no tiene gracia. Me bajo al café. Te espero donde siempre".

Esa mañana Helen no bajó a tomar café. Terminó de revisar los informes y se marchó antes de tiempo. Había pedido cita urgente para ver a su psicólogo. Efectivamente, había sido su psicólogo. Pero ella no acudía a éste desde el fallecimiento de Helena, su madre adoptiva. Era el mismo doctor que la había tratado cuando murió su madre hace treinta años. Era el mismo edificio, la misma consulta, el mismo diván donde años atrás ella jugaba inocente a esconderse del fantasma de su difunta madre. Entonces, ella sólo era una niña y el Dr. Martínez un reconocido psiquiatra que aquella tarde no la reconoció. En cambio, ella actuaba como si fuera a terapia dos veces por semana. Todo le resultaba tan familiar que no veía a esa niña escondida tras el diván sino a una joven culta, independiente, con un trabajo reconocido, estable económicamente y con una vida más que menos estresante. Y por esto último, ella tenía la convicción de que después del episodio vivido en la oficina, lo mejor sería hacerle una visita a su psicólogo particular y así, ponerle al corriente de aquel confuso y absurdo suceso de esta mañana.

Entró en la consulta con prisas, yendo de un lado para otro y repitiendo una y otra vez:

- "Usted no está haciendo bien su trabajo. Me estoy volviendo loca por momentos...".

El Dr. Martínez no se alteró. Él era consciente de que lo que estaba presenciando era algo normal en su profesión. Tenía en sus espaldas muchos años de experiencia y ya estaba acostumbrado a ver escenas de ese tipo; gente que entraba alterada y nerviosa en su consulta y le culpaba de sus males o, simplemente, gente que pedía a gritos que le quitasen esas voces que se oían en sus cabezas.

- "¡Tranquilízate! -dijo sereno y con un tono sosegado- Tiéndete sobre el diván y cuéntame lo que te ocurre".

Ella así lo hizo, pero antes siguió una serie de indicaciones que éste le había dado para que se calmase. Helen cerró los ojos, respiró profundamente y pensó en todo lo que había hecho veinticuatro horas atrás. Veinticuatro horas antes de que estuviera sobre aquel sillón tan característico de los psiquiatras. Todo en calma... se escuchó su voz:

"Ese día el sol apretaba con más fuerza que de costumbre. Hacía mucho calor y mamá nos iba a llevar al campo. Decía que conocía un lugar en el valle en el que había un pequeño charco y donde el abuelo solía llevarla para que se bañase. Mamá decía que era un sitio muy especial porque para acceder a aquella zona del valle teníamos que coger el tren, y yo nunca había montado en uno.
Desde la estación se veían las cimas de las montañas aún nevadas por el invierno. Gracias a esa nieve que veis, tenemos un maravilloso lago para poder nadar, dijo mamá señalando las blancas cumbres. La nieve se derrite y el agua fluye a través del río, bajando por la ladera, hasta llegar al valle, explicó.
Yo ando jugando cerca de las vías. Estoy emocionada por montarme en el tren, por llegar al valle, bañarme... ¡mamá...! ¿y hay patitos en el lago? Marco corría detrás de mí... ¡cuac! ¡cuac! ¡cuac...! repetía sin parar. Éramos patos que jugaban en la orilla del lago. De repente, sin querer, caí al agua, miré hacia atrás y un alargado monstruo de hierro echando mucho humo salió del fondo, de la nada, en dirección a mí... iba muy deprisa, con mucha rapidez, sentí miedo... mamá corrió y saltó al agua para salvarme y,...".


El doctor que había en aquella habitación llevaba bata blanca y no era psiquiatra. Era el Dr. Torres. Durante diez años había seguido la vida clínica de Helen. La había acompañado cada aniversario, cada cumpleaños, cada vez que su trabajo le dejaba un hueco. Acudía a ella y le contaba sus historias. Lo que hacía en el hospital, sus desengaños amorosos, sus problemas con la familia... Cuando Helen ingresó por urgencias apenas tenía veintisiete años, y él creció junto a ella como persona y como médico. No era más que un interno cuando le asignaron su caso. En realidad, poco había que hacer con alguien que llevaba años en coma.


* * *
Más historias con el mismo principio en ElCuentaCuentos
* * *
No sé si es por qué es mi primer relato con ElCuentaCuentos, pero le he cogido cariño a la protagonista, así que si gustó la historia haré una segunda parte donde se desvelarían algunas de las dudas y cabos sueltos.

jueves, marzo 27, 2008

Aunque nunca te lo diga...


Me relaja escuchar tu respiración.
Acostarme desnuda sobre tu espalda.
(...)
Tu mirada furtiva y de reojo.
Esa mirada. Idéntica a la mía.
Dormir contigo toda la noche.
(...)
Y llorar amargamente. Sin que te des cuenta.
Porque nadie nunca se da cuenta.
Porque no te tengo.


***

A mí lo que me relaja es verte ir en silencio.
Ver como te abrochas el cinturón y te colocas los pendientes.
Te vas y dejas la cama toda para mí.
Tu mirada furtiva y tu cara de indeferencia como la mía.
Tu pelo alborotado, tu piel marcada por las sábanas, por mis agarres. Estás rota y desagarrada.
Ver como te marchas. Que tiemble todo cuando cierras de un portazo.

Quedarme dormido, despertar trece horas después, y ver en el celular cientos de llamadas perdidas. Como tú, porque estás perdida, sin mí.
Llamas, mensajeas, recibo e-mails... haces que se me acumule el deber de recordarte en la bandeja de entrada.

Y me quedo pensando y te pregunto: ¿has llorado hoy? dime si has llorado... ahora soy yo quien escucha tu respiración. Te siento a 628,5 kms y odio esta situación. Y no te tengo.
Y lloras y no me doy cuenta.

Y te echo de menos aunque nunca te lo diga.

martes, marzo 25, 2008

Sacado de contexto (fol. 2)


la chica de la parada

Me parecía mentira que después de aquellas palabras: "ya no siento lo de antes. Lo mejor es dejarlo", estuviese paseando por la playa con una joven desconocida.
Universitaria, muy guapa, culta, divertida, demasiado divertida diría yo... y muy caradura, demasiado también. A 15 Km/h circulaba machacándome la cabeza, destrozando su recuerdo con el fin de que floreciera poco a poco el olvido... llevaba horas depresivo temporal y la chica de la parada del bus que me alzó la mano sin saber por qué, me hizo frenar en seco. Y así fue. Mi deprimente estado emocional se frenó y con ello su recuerdo, el olvido simplemente quedó en el olvido.
Sigo circulando con mi ford por todas las paradas de autobús de este absurdo complejo urbanístico. No veo manos alzadas y su recuerdo me destroza. Y olvidarla jamás pude porque jamás pasó tal cosa.


6 de febrero de 2008 18:59



chocolate de fresa

cuando en una mitad de tu pensamiento está qué cenar y en la otra yo...
cuando lo previsible se convierte en todo menos en algo previsible...
cuando la mierda de perro no es marrón ni amarilla porque es verde caca...
cuando mis gafas de sol no me protegen del sol sino de tus palabras...
cuando disfrazo mi alma para mostrársela a todas menos a ti...
cuando muevo mis manos al hablar, cuando se mueve mi nuez al tragar...
cuando me haces pensar si juntos tú y yo, bla bla bla...
cuando me confundes... y me gusta esa sensación...
cuando el chocolate de fresa se convierte en la mejor combinación...

cuando me encanta que te encante
la sensación que se te queda
cuando te despiertas...



14 de Marzo de 2008 21:46

sábado, marzo 22, 2008

El cuento de un cuentista

Nunca antes lo habían calificado de escritor, si acaso se creía cuentista, y tampoco. Era un chico joven sin ambiciones que jamás había publicado nada ni había participado en concursos de literatura… eso sí, a la hora de escribir tenía cientos de musas. Escribía porque le salía, sin más. A veces, regalaba textos ilustrados por el mismo. Le gusta dibujar, y su talento para ello se sabía entre las gentes.
Fracasado en las artes que creía manejar fue perdiendo las vocaciones por el trazo a mano alzada y por las letras. Tenía cajas de zapatos sin zapatos, cartas miles jamás enviadas, cientos de hojas encriptadas, servilletas anónimas de aquel café, trozos de papeles varios con alegatos, pretextos, declaraciones y otros avatares tintados y arrugados.
Con el tiempo, las nuevas tecnologías hicieron casi secar su tinta del todo. Aparecieron entonces con su primera computadora de sobremesa documentos de texto (Documento 1- Microsoft Word), blogs de notas, escritos, libretas de direcciones, carpetas amarillas… junto a éstas, una papelera de reciclaje llena de palabras mal sonantes. Llegaron e-mails, correos electrónicos, espacios virtuales y modas fotoblogeras. Llegaron lecturas anónimas de gente anónima, como él. Volvieron las inquietudes de expresar. Había estado atado de manos y mente mucho tiempo. Necesitaba vomitar literatura, y así lo hizo.
Blogia, wordpress, blogger, e-diario, blogspot, blogsome... mundos virtuales creados con el único fin de expresar, inventar, dilucidar, crear, imaginar, mostrar, aclarar, sentir, algunos aburrir… pero sobre todo hechos para contar historias, cuentos, relatos…
Había leído mucho de muchos. Y escrito poco. Había disfrutado comentando, posteando, burlando las historias que leía. Se sentía bien como intruso en los relatos fantásticos de otros. Y había escrito poco.
En un anochecer cualquiera de un día cualquiera se topó con un blog. Quedó fascinado con sus textos. Había estado toda una noche comentando las historias que esa anónima había publicado durante meses. Al día siguiente, la volvió a leer. Y así hasta hoy. Sus historias se convirtieron en parte de su vida. Las leía como aquel que lee la prensa diaria. Una rutina cotidiana. Una adicción por sus letras. Sus palabras le habían enamorado como él había burlado antes a muchas otras. Y nunca fue el protagonista de sus historias. Pero se creyó serlo y disfrutaba pensando que era el hijodeputa que había destrozado la vida de aquella chica anónima y al cual iban destinadas todas las palabras.
Pasó el tiempo, y con éste los meses y sus historias, las semanas y sus textos, los días y sus párrafos, las horas y sus palabras, los minutos y sus letras… todo pasaba y el anonimato también pasó.
Hubo conversaciones incoherentes vía messenger. Hubo e-mails poco o nada reveladores, respuestas a tests absurdos. Hubo sms encriptados. Hubo llamadas telefónicas jamás respondidas por él. Hubo lo que jamás ninguno pensó que habría. Hubo sexo. Mucho sexo.




"dicen que segundas partes nunca fueron buenas,

pero este cuento aún no ha terminado"




martes, marzo 18, 2008

ya no "te quiero"

Sé que no debí haber escrito aquellas palabras. Estaban envenenadas. La tinta no existía más que en mi dedo. El rimel del tus ojos explotó por momentos. Y cuando leíste los párrafos inmóviles el papel se quedó perplejo. No había rimas, sólo el descaro de alguien que cree saber del amor.

Y debí escribir sobre mar, arena y playa. Que el sol inunde las huellas de mis pisadas. Construir castillos de agua con tu boca y tu mirada. Bañarme desnudo en la arena de tus ojos. Perderme por la orilla de tu espalda y encontrarme siguiendo las huellas de mis pisadas.

Sé que no debí haber escrito aquellas palabras. Al escribirlas quemaban. Las letras se hacían ceniza y volaban. Y es que las letras son el papel que arde con el fuego de mi tecleo. Un tecleo humeante por escribir al pensarte y saber que la llama de lo leído se apagará como el fuego de tu alma consumido.

Y debí escribir sobre sol, cielo y luna. Pasar noches soleadas en el cielo de tu boca. Colgarme de las estrellas buscando la que más me quiera. Estirar la luna hasta marear las mareas. Pintar en el cielo mi sonrisa para que todos la vean. Tú eres mi universo y yo el astronauta que te explora en una nave y se siente el más grande aterrizando en cada uno de tus lunares.

Sé que no debí haber escrito aquellas palabras. Ahora las has leído. Sabes lo que pienso. Que ya no te quiero. Sé que no debí haber escrito aquellas palabras. Ahora ya no puedo borrarlas. Sabes lo que siento. Que ya no te quiero. Sé que no debí haber escrito aquellas palabras. Estaban envenenadas. Al escribirlas me quemaba. Sé que no debí haber escrito aquellas palabras. Ahora te has ido y sangro todo lo que escribo.

domingo, marzo 16, 2008

Sacado de contexto (fol. 1)



habitación 634

Él sabía que ella no esperaría más de lo que en aquella habitación habría de pasar, y pasó. Mientras fumaban y calentaban el ambiente, las cervezas sabían a su humedad en cada trago.. ambos se desnudaban en todos los sorbos.. y aquella hamburguesa se hizo más simple cuando él cayó en la cama de la misma forma que un tal Jesús sobre los maderos.. la hamburguesa se hizo completa cuando ella se arrastró bajo sus piernas y notó entonces su sexo recorriendo sus labios..
Era todo lo que se esperaba.. sin sms, ni mails, ni llamadas a media noche preguntándose por qué no.. las preguntas jamás se formularon en la habitación 634. La moqueta roja quedó teñida por flujos varios.. es cierto, aquella noche llovía.
14 de enero de 2008 1:26



esa es la consigna

No hubo cena, pero si comidas. No hubo miradas, estaba oscuro. No hubo conversación, pero si gritos. No hubo naranja recién exprimida, pero si jugos...

Te toqué los pies, fríos... supe que no pensaste bien lo que estabas haciendo. Me callé pues.
No esperabas que acabara dormido. Ya había amanecido. No recordaba tu nombre porque no me lo dijiste. Al despertar vi tu sangre en las sábanas, en mí. Quise decirte que lo sentía y me avergoncé. Al despertar viste tus uñas en mi espalda, sonreíste. Nada que decir. Esa es la consigna.
20 de enero de 2008 19:40

jueves, marzo 13, 2008

Documento 1- Microsoft Word

Confuso se sintió al ordenar sus sentimientos y sus deseos en series simples para chimpancés: a1, b1, a2, b2, a3,b3… y entonces advirtió que en la serie no cabía el “3” pues no existía “c”… y tardó más tiempo en darse cuenta que descongelarse una bandeja de pollo entero, sin patas ni cabeza.
Absurdo se sintió cuando empezó a escribir sobre aquella desvelada y oscura relación. Sí. Hubo sexo entre ellos. El sexo, a veces se baraja con los sentimientos y sale un naipe ilustrando a un gilipollas bufón... ese es el comodín. Su relación así concretó que la definiría. Cascarón de huevo. Empezamos de nuevo. Ahora no vale. Ahora sí. Juego contigo al parchís porque no sé jugar al ajedrez. Dame tu dado que tiro otra vez.
Absurdo y confuso se sintió cuando creyó que el engaño por su parte no era más maligno que el que ella practicaba para sí. Cómo diferenciar si sus palabras encadenadas eran ciertas o no, si nunca un post le dedicó. No hablo de ti, sino de él, que no existe en ti y tampoco en mí.
Tras tres párrafos delirando sobre el concepto que de ella entrañaba lo vio todo poco o nada pulquérrimo y vació su cabeza de todas las inmundicias que de ella almacenaba en forma de cajón estanque. Inmóvil sus dedos quedaron como si el tecleo constante e inevitable sobre lo que debía expresar le ardiera las yemas, se ennegreciera su clara y se le estallara un huevo. Absorto se quedó observando como parpadeaba esa raya vertical negra de las cuales salían las letras que escribía. Era como por arte de magia. Tan pasmado quedó por tal curiosidad que no dudó en llamar al ayudante de Office. Un clip de grandes ojos y cejas depiladas con la tijera de cortar para luego pegar. Maldito clip. Cómo piensas ayudarme tú a mí. Eres casi tan ignorante como yo. De ti se han reído el icono de WordArt y el disquete de guardar. Nadie te requiere ya. Desaparece de mi vista si no quieres que cierre el condenado documento de texto.
Absurdo se sintió cuando despertó de la fabula virtual que su mente perturbada había creado a partir de pulsar en un icono en forma de interrogación. Qué ingenuo. Pensó que le ayudaría a curar sus males de ventrículo y occipital.
Minimizó, restauró. Pensó en la papelera de reciclaje como vía de escape sobre lo que había de criptográfico en el Documento 1- Microsoft Word. Minimizó, restauró. Y dio a cerrar ventana. ¿Desea guardar?. Deseo besar.
Sin más, acabó olvidando como terminar y decidió dejar su vida como estaba. Desordenada. Así quedó todo esperando a que ella le llamara. Se iría con su particular locura a formar parte de otra aventura. Una vez escribí algo sobre una bicicleta. Algún día lo haré sobre un columpio.

martes, marzo 11, 2008

Tiene 22 años.

Lo ha vuelto hacer. No sé porque no le deja. Es un idiota. Igual que ese profesor de química o de lo que sea, ¡joder! no sé que coño le ve al viejo ese cuatro ojos capitán de los piojos. Si es que es más puta... el caso es que paso de hacer más el gilipollas con esta tía.
Hoy había quedado con ella después de almorzar para llevarla a Barajas. Se va a ver al idiota. Lo siento por mí, porque jode de maravilla pero me empiezan a aburrir su soberbia y sus desplantes. Para joderla más si cabe, iba a llevarla en mi nuevo biplaza descapotable y le dicho al final que no podía. Que tenía clase de alemán.
Después de almorzar he recibido una perdida de Marisa. La he llamado y me ha dicho que había comido con ella. Hemos quedado y hemos estrenado el Mazda MX5, con y sin capota. Marisa es una buena chica y menos puta que la susodicha. Hemos tomado café por el casco antiguo e ido de compras. Ella se ha comprado un bolso de Tous y yo un reloj DKNY. Otro más. Sólo me falta tener una clepsidra. Más tarde, la he llevado a un pequeño circuito de motos y hemos puesto el biplaza color ceniza a 280 km/h. Hemos flipado. Luego a ella la puse a noventa, a noventa grados. Después de esta primera aproximación he quedado satisfecho. Tanto que he dejado que ella pilote el coche. Este privilegio tendrá mamada obligada.
Al caer el sol, hemos ido al nuevo garito de Martín. Era la inauguración, así que hemos bebido gratis. Ella encantada. Hemos estado en la zona VIPs y contigua a ésta en una sala reservada, mucho más íntima. Hemos estrenado, esta vez, un sofá beige redondo y aterciopelado. Lo hemos hecho con champagne. Todo ha empezado a burbujear y creo que me voy a enamorar. Será el champagne. Me gusta que me diga guarradas cuando la tengo botando sobre mí. Será el champagne. Es lista, tiene estilo, le gusta follar y tiene 22 años. Que edad más ideal.

sábado, marzo 08, 2008

"Sine Metu"

Allí estaba ella. En la primera planta de aquel restaurante asiático. El sonido del agua de aquellas fuentes brillaba en su sonrisa y se oía en su mirada. El espacioso lugar sólo reunía a unos pocos. Alguna pareja enamorada por el entorno típicamente oriental y a un grupo de amigos que prefirieron el buffet libre y desenfadado de la planta baja. Junto a ellos, cientos de kois, rhodeus sericeus y leuciscus idus, esos peces anaranjados característicos de los estanques.
Lucía aquella pulsera plateada. Cuando la compramos, a los dos nos encantó. Sus altos tacones negros fulguraban tanto como aquel ceniciento brazalete de Blanco. Su pelo, dorado y corto, se recogía a conciencia provocando, discretamente, que me sonrojara cada vez que admiraba su fino y delicado cuello.
El ambiente se amenizaba y el sonido que se desprendían de las aguas de los Jusenkyos, aquellos artificiales estanques orientales, se confundían con las risas. Mientras, degustábamos el representativo entrante chino chūnjuǎn. Pequeños rollitos de primavera en las dos versiones que el restaurante nos ofrecía. El humo y la salsa agridulce distraían la espera del siguiente plato. Momento agrio por la libre insistencia de sus cigarrillos, y dulce por ser ella, y no otra, quien aspiraba tal humeante y delicado pitillo.
Tras el cigarro llegó aquella bandeja que simulaba esos pequeños puentes que se pueden ver en los inconfundibles jardines japoneses. Sobre esto, una combinación del más variado sushi. El sushi se prepara generalmente en raciones pequeñas, aproximadamente del tamaño de un bocado y puede adoptar diversas formas. Teníamos maki, pescado y arroz enrollados en una hoja de alga nori. También, probamos nigiri, una especie de albóndiga de arroz cubierta por el pescado. Cuando el pescado se presenta embutido en una pequeña bolsa de tōfu frito se denomina inari. Yo, cuan japonés, manejaba cuidadosamente aquellos palillos de bambú específicos para la degustación de aquel exquisito plato.
Inconscientemente evitaba el cruce de miradas y pecaba, a veces, de un silencio que se dejaba escuchar por el frito de arroz YangZhuo en aquel recipiente de plata. Tras un breve tiempo, el arroz estaba listo, la vela se consumió y ella me miró.
Su compañía resultaba extrañamente agradable dada la relación que habíamos mantenido hasta entonces y, dado el singular vínculo que nos unía. Ninguno de los dos imaginaba lo que en esos momentos se nos pasaba por la cabeza. Pero viendo como acabó la noche, aquella cita por casualidad fue casi tan acertada como la elección del siguiente plato. Pollo Thailandés, no muy picante y con su sabor que a todos agradó.
Luego, llegó la ternera y, por último, un vasito de sake, ese licor transparente japonés que se toma habitualmente como aperitivo o después de las comidas. Esta tradicional bebida se obtiene a través de un fermentado de arroz. Se presenta en vasos pequeños (o-chokos) y se sirve caliente. Generalmente, en los restaurantes asiáticos de occidente lo que nos sirven al pedir sake es nihonshu, ya que la palabra sake en Japón significa originariamente “bebida alcohólica”. Antiguamente, el nihonshu era de poca calidad y se calentaba para ocultar su sabor. Ahora, calentarlo se ha convertido en una costumbre. Dependiendo de los grados a los que se sirva recibe un nombre u otro. Así, si pides atsukan te los servirán a unos 50 grados, si pides nurukan estará a 40 grados, y/o hiya si lo quieres sin calentar.
Después de aquel licor caliente que cerraba la cena, la noche fue abriéndose subiendo por momentos a medida que lo que bebíamos subía también en grados de alcohol.
Hace nueve años obtuve una de esas becas para estudiar en el extranjero. Fui a Irlanda y durante esos meses de verano empecé a descubrir y a consumir el whisky que coincidentemente los dos bebemos. Jameson es un whisky irlandés blend de 1780. Originalmente, fue uno de los primeros cuatro whiskeys de Dublín. Nace de una mezcla de cebadas irlandesas malteadas y sin maltear. La cebada es secada en calor limpio (se utiliza carbón), para preservar los sabores más limpios del malteado. Al igual que la mayoría de los whiskeys irlandeses, Jameson es destilado tres veces (triple destilado). Para los no entendidos es lo que le diferencia de otras marcas.
Sin saberlo el transcurso de los acontecimientos de aquella noche llevaban la misma etiqueta que el slogan de la bebida que nos acompañaba. Sine Metu, “sin miedo”. Así fue.

Pero todas las noches acaban, amanece y sale el sol. Nos pega en la cara y hace mostrar en nuestro rostro las inclemencias buscadas y deseadas de lo pasado. Aquella noche no recuerdo haberme fijado en la luna. Estaba con ella y no había más cielo que su cara, más estrellas que sus ojos y más brillo que el de su sonrisa. Para que quería yo luna esa noche.
Pero todas las noches acaban. Y ahora me da el sol en la cara. Me siento hoy como un halcón herido por las flechas de la incertidumbre. Y ahora, sangro todo lo que escribo.

viernes, marzo 07, 2008

Esos días...

Esos días que te pones tu vestido negro debajo de tu abrigo naranja. Y sales a la calle. A perderte en mis ojos y a colgarte en mi risa. Hoy no has tenido noticias mías. Hoy no elegiste el color rojo para tus uñas ni para tus braguitas. Y por tu tripa un remolino te vuelve la piel de gallina al pensarme. Y las letras del capítulo sesenta y ocho las relees una y otra vez porque no te doy tregua. Esos son tus días..

Son los días que llevas el vestido naranja aquellos en los que difícilmente puedes perderte en mis ojos. Esos días que no te cuelgas de mi risa porque no recibes noticias mías. Esos son mis días..
Aquellos que eliges el rojo para tus uñas, para tus bragas. Los días que te pierdes entre mis sábanas. Y te cuelgas de mi cama. Los días que relees la página setenta porque nuestro sesenta y nueve no te da tregua.. Finalmente, mientras leo tu libro, duermes sobre mis rodillas y así acaba mi día para que empiece el tuyo. Otra vez, sin noticias mías.

domingo, marzo 02, 2008

JuAntonio lo siente.

María se enfadó conmigo. Rosa sonreía. Cristina me estuvo buscando. Inés ahora tiene novio. Begoña no quiso saber de mí. Marta me abofeteó. Carmen me abrazó. Rocío sólo me miró. Alicia besaba sin cerrar los ojos. Raquel lloró. Elena me agarró la mano. Laura me dejó de hablar. Pilar habla demasiado. Isabel me mandó trece perdidas y dos mensajes. Maite estaba con otro. Lydia se puso nerviosa. Irene me invitó la copa. Carla me mintió. Ana no me dejaba. Virginia se hizo la interesante. Gloria no salió. Verónica quiso otra oportunidad. Mª del Mar quiere ser mi amiga. Luisa me presentó a su amiga. La amiga de Luisa rozó mis labios. Sofía está cansada de mí. Vanesa no me ha olvidado. Montse está perdida. Andrea ya no me quiere. Anita sólo juega. Beatriz ya no es la misma. Noelia me echaba de menos. Ángeles no contestó al celular.