Confuso se sintió al ordenar sus sentimientos y sus deseos en series simples para chimpancés: a1, b1, a2, b2, a3,b3… y entonces advirtió que en la serie no cabía el “3” pues no existía “c”… y tardó más tiempo en darse cuenta que descongelarse una bandeja de pollo entero, sin patas ni cabeza.
Absurdo se sintió cuando empezó a escribir sobre aquella desvelada y oscura relación. Sí. Hubo sexo entre ellos. El sexo, a veces se baraja con los sentimientos y sale un naipe ilustrando a un gilipollas bufón... ese es el comodín. Su relación así concretó que la definiría. Cascarón de huevo. Empezamos de nuevo. Ahora no vale. Ahora sí. Juego contigo al parchís porque no sé jugar al ajedrez. Dame tu dado que tiro otra vez.
Absurdo y confuso se sintió cuando creyó que el engaño por su parte no era más maligno que el que ella practicaba para sí. Cómo diferenciar si sus palabras encadenadas eran ciertas o no, si nunca un post le dedicó. No hablo de ti, sino de él, que no existe en ti y tampoco en mí.
Tras tres párrafos delirando sobre el concepto que de ella entrañaba lo vio todo poco o nada pulquérrimo y vació su cabeza de todas las inmundicias que de ella almacenaba en forma de cajón estanque. Inmóvil sus dedos quedaron como si el tecleo constante e inevitable sobre lo que debía expresar le ardiera las yemas, se ennegreciera su clara y se le estallara un huevo. Absorto se quedó observando como parpadeaba esa raya vertical negra de las cuales salían las letras que escribía. Era como por arte de magia. Tan pasmado quedó por tal curiosidad que no dudó en llamar al ayudante de Office. Un clip de grandes ojos y cejas depiladas con la tijera de cortar para luego pegar. Maldito clip. Cómo piensas ayudarme tú a mí. Eres casi tan ignorante como yo. De ti se han reído el icono de WordArt y el disquete de guardar. Nadie te requiere ya. Desaparece de mi vista si no quieres que cierre el condenado documento de texto.
Absurdo se sintió cuando despertó de la fabula virtual que su mente perturbada había creado a partir de pulsar en un icono en forma de interrogación. Qué ingenuo. Pensó que le ayudaría a curar sus males de ventrículo y occipital.
Minimizó, restauró. Pensó en la papelera de reciclaje como vía de escape sobre lo que había de criptográfico en el Documento 1- Microsoft Word. Minimizó, restauró. Y dio a cerrar ventana. ¿Desea guardar?. Deseo besar.
Sin más, acabó olvidando como terminar y decidió dejar su vida como estaba. Desordenada. Así quedó todo esperando a que ella le llamara. Se iría con su particular locura a formar parte de otra aventura. Una vez escribí algo sobre una bicicleta. Algún día lo haré sobre un columpio.
jueves, marzo 13, 2008
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1 comentario:
Ser tu 60% implica jugar a un juego en el que, extrañamente, siempre eres tú el ganador. Da igual si hablamos de parchís o de ajedrez. Yo sólo sé que el caballo se mueve en ele, y el columpio de delante hacia atrás.
Las fábulas, como el sexo, siempre resultan algo más complejas de cómo se espera –sobre todo si son virtuales-. Lo mejor es que siempre pueden buscarse más combinaciones… a2bcdba3
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