Demasiado para mí. Yo no fui menos bueno. No tanto como tú. Me engañé al pensar que no podría dejar de pensarte. Me engañé por mi bien, y salió mal.
No terminé todas las sonrisas que me prometí, y me quedé corto con la docena y media que me pedías. Sólo para antes de dormir. Reciclé todo mi poemario, cambiándoles tu nombre, y las fundas de mis libros para envolverme de otra. Hice viajes a lugares recónditos, con la distancia justa que me separara de ti... ni bus, ni tren… sólo avión y barco, de papel, con historias interminables sobre las mentiras que sentí y que no fui capaz de decir.
Acumulo circunstancias, todas atenuantes, si las cuento de corazón. Agravantes si testificas en mi contra y cuentas lo malo que fui por ser tan bueno contigo, y marcharme sin decirte adiós. Pero eso da igual. No me hagas juicios de valor, porque mi valor decreció en el mercado de tus pieles. Me mantengo económicamente sumergido en pieles ajenas, de jóvenes de papás pudientes, inundando de Möet&Chandon las esferas de mi TAG Heuer. Y todo porque usaba entre mis escritos, sin saberlo, algunas de sus firmas. Me convertí, gracias a ti, en usufructuario de las mismas. Vagabundeo en su abundancia a cambio de caricias y saber estar, y algunas mentiras sobre mí y el libro que estoy terminando. Me hará rico, me dice.
Y, por todo ello, y mucho más, merezco infinita soledad y que todo lo que me unía a ti se vuelva vana metafísica.
viernes, febrero 04, 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario