A veces recupero del cajón virtual aquellas canciones de aquel cantautor desconocido entonces. Las escucho como si ahora fuera o fuese 1998, como si tuviera o tuviese 17 años, como si no tuviera o tuviese más preocupaciones que esperar a que llegue el viernes para juntarnos en el Pulgarín alrededor de una botella de Ballantines.
Y es que muchas veces, consciente e inconscientemente, recupero esas canciones y esos años. Incluso si la canción es aún más antigua, retrocedo tres lugares en el tablero y me quito años. Empiezo a contar esos lugares desde la casilla 19, la mía.
Y es que muchas veces, consciente e inconscientemente, recupero esas canciones y esos años. Incluso si la canción es aún más antigua, retrocedo tres lugares en el tablero y me quito años. Empiezo a contar esos lugares desde la casilla 19, la mía.
En esta partida de Parchís en concreto y al son de mi música más castiza los protagonistas son… ellos, cada uno ocupando su lugar, en espacios y en tiempos diferentes, a la par que muchos otros coincidentes, únicos e irrepetibles. Empiezo a contar sus lugares.
El primero, casilla 31, se sentaba al borde de la ventana de su cuarto, justo debajo de las tejas y nidos de pájaros, en la séptima planta. El piso más alto de la torreta en la que vivíamos. Como saben el ascensor que nos vio subir y bajar tantas veces fue cambiado por vistas al mar. Lo que no saben es que la mayoría de la veces bajábamos las escaleras en saltos de 8 escalones fraccionados en plantas y entreplantas. Un total de 116 peldaños, pero de esto hace ya años. Cuando repitió curso, suyo fueron todos mis libros de EGB. con los ejercicios hechos y los problemas de matemáticas resueltos.
El segundo, casilla 15, se asomaba al balcón y si te veía pasar por debajo te escupía. Su piso también era el último, pero mucho menos alto. Bloques como el suyo sólo tenían 3 plantas. Allí aprendí a escuchar los primeros cuplés y popurrís del Carnaval de Cádiz, a usar el rewind para escribir sus letras en cuadernos cuadriculados. Allí había un póster a tamaño real de una tía con las tetas al aire. La imagen fija pasó con el tiempo a la imagen en movimiento. Las tetas se movían, y usamos de nuevo el rewind para quedarnos a gusto. Aprendí también a ser más del Barça, sólo porque él era y es madridista hasta la médula. Un día debió arder con la camiseta del Recre puesta. Eso dijeron. A él le debo todas aquellas carreras que huían de la gente con la que se metía.
El tercero, casilla 26, compartía habitación con su hermano menor. En la torreta de enfrente, su casa era de las que tenían 4 habitaciones. Allí vi por primera vez un Amstrad, o era un Spectrum (?¿) y disfruté con Sonic en la Sega Mega Drive. No hace falta que diga que ha sido y es con el que más afinidad tengo, aunque si fuéramos o fuésemos manos, él sería la derecha y yo la izquierda. Hubo fines de semana en los que antes de salir hablábamos de la ropa que nos pondríamos. ¡No te pongas la rosa hoy!. Éramos los más presumidos, no cabe duda. Si cantaba en concierto Manolo García, allí estábamos. Todo el mundo sabe que fuimos campeones repetidas veces del “cuadrado” jugando a las cartas, indiscutibles en aquellos veranos. Compartimos las primeras jugadas de ajedrez imantado. Una vez ganamos al Tabú en una casa con fantasmas tarifeños. Hay que decir que hemos ganado mucho juntos.
Como si de un tablero de parchís fuera o fuese, para cada uno un color, una casilla numerada por la que los demás han pasado y pasarán de nuevo, una partida en la que todos ganamos. Y aunque en ocasiones el tablero permanece en algún cajón sin que ninguno de los 4 juegue a la vez… se sabe que está ahí. Se sabe.
Y de todas las casillas del tablero de parchís, de las 68 numeradas, yo sólo me dejo comer en 3… y es que yo siempre he sido de pocos amigos.
1 comentario:
No te voy ha decir que es la primera vez que me emociono cuando leo unos de tus escritos, pero este es especial, es de estos que cuando empiezas a leerlo te saca una sonrisa y piensas "que lindo trata de su adolescencia"; mientras lo lees los ojos se empiezan a inundar de esa sustancia a veces tan indeseada, pero cuando terminas...pfuu...cuando terminas empieza la nostalgia y te recuerdas que si, que aunque pasen los años, la distancia sea larga y las conversaciones pocas,ellos, los que puedes contarlos con las palma de una mano. Estan ahi.
Eres el mejor... por eso ME ENCANTAS!!!
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