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chatarra
Se acumulaba la chatarra. La tarde que te cogí el teléfono. Aquella madrugada. En todas las vueltas de coche dadas. Se acumulaba la chatarra. El día que me abriste tu balcón. Se acumulaba tras las cajas. En tu peculiar salón. En las paredes. Sobre una mesa abarrotada, ahí se acumulaba. Entre libros y discos. Con la publicidad, las facturas y las cartas. Se acumulaba la chatarra en el objetivo de tu cámara. En tu registro de llamadas, en las realizadas. Se acumulaba sin decirnos nada. En el contestador, en la nevera, en el espacio donde está ahora la mampara. Se acumulaba la chatarra en las esquinas de aquel inoportuno escalón, se acumulaba en la escalera, en la baranda. Entre las sábanas. Se acumulaba en la mesita de noche. Perdida en la Moleskine, junto a la palmatoria. En el hueco entre el cristal y la cama. Ahí se acumulaba, cada mañana cuando veía que llegabas. Se acumulaba en el bloc de notas, en tus archivos de ordenador, en las canciones de Quique, de Iván, de Dani, de Luís, de Carlos... en el mp3, en el interior de tus cascos. Se te acumulaba en el bus de camino al trabajo. Se acumulaba en las miradas. En tus inesperados abrazos. Se acumulaba la chatarra a los pies de semáforos, en carreras por las calles, entre los coches aparcados. En el Espejo café, se reflejaba. En el Wagaboo* se nos olvidaba. En el Hard Rock Café, ahí ya se acumulaba. En la vías del metro. En las cercanías del Cercanías. Y en la lejanía. En la Gran Vía, en Callao, en Chueca, en el Retiro,… en el Km. cero y en los seiscientos veintiocho coma cinco recorridos.
Y podría seguir acumulada...
Ahora guardo bien en mi memoria desguazada
aquellos recuerdos de una vida ya pasada,
de otro tiempo que fue mejor...
y que ahora ya es chatarra.
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