lunes, abril 07, 2008

Siete de tres

Los sábados por la mañana preparas algún postre de chocolate. Yo exprimo un par de naranjas acusando una postura poco saludable. Cuando sales de la ducha, el vapor de agua me abofetea la cara, tomas un sorbo de ese zumo y me regañas por doblar la espalda innecesariamente.

Los martes (o los jueves) amanecemos siempre pasadas las 16h. Marcados por las sábanas, con la pesadez bombardeante de la noche anterior y sin oasis en la boca. Y es así, porque los lunes (o los miércoles) tomamos demasiada cerveza y danzas sobre la plataforma del mismo pub. Yo desde abajo te vigilo sin que ni siquiera te percates. Charlo con algún gay que me inunda en piropos. Otros me dedican miradas, sonrisas, y me gusta. Nunca mi barba de tres días resultó tan atractiva, nunca mis gafas azul eléctrico me dieron un toque tan interesante, nunca.

Los miércoles (o los jueves) que trabajas de noche son los días que disfrutas de Madrid, y yo de ti. Paseamos por la calles del monopoli y me vas indicando todo a cada paso. Dónde está el teatro La Latina, dónde puedo encontrar otro Wagaboo*, el Espejo Café donde desayunamos la mañana anterior, las boutiques más caras, Loewe, Ives Saint Laurent, Armani, Gucci... dónde puedo tomar té en un ambiente típico inglés, dónde están los mejores Starbukcs, dónde se ubica exactamente la Sala Clamores y dónde está la tienda del chino por si tengo que bajar a comprar cerveza.

Los días que trabajas de tarde, me arde la boca porque como solo en El Tigre, busco las llaves que no aparecen, me pierdo en el metro, escribo un absudo cuento, pienso en limpiar la caja de zapatos, deambulo por el Mercado de Fuencarral, leo a Coelho en un banco del Retiro junto a una paloma que cojea, y me distraigo a ratos observando a los niños jugar. Pienso en la cara que dices que se me pone. Y te imagino a ti con tu uniforme sin cofia sosteniendo casi con una mano sobre tu hombro a un prematuro, y se te cambia la cara, como a mí. Vuelvo una hora antes a casa y te espero, siempre una hora antes. Cuando llegas, dejas el correo y las promociones de galerías de arte de Chueca en la primera caja apilada. Te sientas a mi lado y me acaricias la mano, el pelo.

- ¿Estás cansada?, ¿tienes hambre?
- Pensé que te habías ido. Que ya no estabas.
- No, sigo aquí.

Y me besas.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Ficción o realidad ovejiat mia?
Sea como sea me encantan tus detalles... Haces q todo suene mejor, q todo sea más bonito.
Aunk mi sms se fue.

Tu principessa de alas moradas:*

Anónimo dijo...

Yo tb te hubiera dicho q te ailobiu al besarte y acariciarte el pelo.

Principessa:*

Klover dijo...

Ósculos?xDDDDD

Anónimo dijo...

Me ha encantado. Lo del banco del Retiro y la paloma coja ha sido un toque. :-)

Jara dijo...

Detalles que completan instantes

Paula dijo...

La belleza de lo cotidiano. Me ha encantado

Mj dijo...

Me alegra no ser la única que, cuando pasea por la capital, se siende el dedal del Monopoly y teme caer en la casilla de la cárcel :)